miércoles, 1 de diciembre de 2010

(I)

Si pudiese
no me volvería a pintar los labios
con ese color rojo mentiroso
ni delimitaría la mirada
con sombra de ojos
de los chinos, no.
Me ensuciaría el pelo
con barro
y estiércol,
me vestiría con trapos
de hierbas
cosidas con raíces
de los árboles caídos
y volvería
a sonreír con los dientes
manchados de sangre.
Si pudiese
me alquilaría todos los días
un par de horas
abriendo las piernas y cerrando las manos
y las bocas
apretando los puños
y olvidando
que todo lo que pudiese tener
sería fruto de mi entrepierna:
un hijo
un trabajo
unas ladillas rencorosas.
Necesito una mujer como yo
para entender
porqué coño tengo las manos manchadas de sangre
también.