La ciudad más cercana está a dos horas en coche, la carretera está cortada por una gran nevada y no tiene agua caliente ni electricidad en casa porque no pudo hacer frente a las últimas facturas. La madre de Anna Záitsev está enferma y su sueldo de administrativa no alcanza para pagar el tratamiento. Sin embargo es una mujer valiente -además de preparada, estudió castellano dos meses en una pequeña academia local- y enseguida supo que estaba enamorada de mi, casi sin conocerme; sin conocerme de nada. Hemos intercambiado fotografías y pronto vendrá a verme, tan sólo nos separan miles de kilómetros y una transferencia a su cuenta para que pueda comprar el billete de avión hacia Madrid. Dice que cuenta los días que quedan para vernos, que en cuanto reciba el dinero cogerá el primer vuelo. Y no lo dudo ni un instante.
A mi buen amigo Augustin Mwanke las cosas no parecen irle bien del todo. Su familia, vieja estirpe real de una tribu del Congo, está teniendo problemas. Por lo visto un comité militar dirigido por un niño-soldado lobotomizado irrumpió violentamente en palacio la noche pasada. Su padre, sus cinco madres y sus treinta y ocho hermanos han tenido que salir del país, refugiándose en un estado cercano del que no me puede dar detalles. Toda precaución es poca. Su mayor preocupación es sacar del país la enorme fortuna que amasaron durante años gracias a las minas de cobalto, propiedad de su familia desde tiempo inmemoriales. Necesita ayuda y ha confiando en mi, su amigo de España. Los 2.000 millones de dólares están retenidos en una cuenta local, y por mi desinteresada ayuda me compensará con 300.000 dólares por los líos bancarios y las molestias. El único escoyo es el pago de unos documentos para poder realizar el envío: 1.500 dólares que deberé anticipar. Calculo que me llevaré 298.500 dólares en vez de lo prometido, pero no importa, no están las cosas como para quejarse.
¡La buena noticia es que me ha tocado la lotería escocesa! Ya ni me acordaba. y aunque me resulta imposible, mi número salió ganador en el último sorteo. El bote era de 50 millones de euros para un único ganador: yo. El único requisito para cobrarlo es el pago de una pequeña cantidad de dinero en concepto de pago de impuestos, aranceles y tasas, que deberé abonar vía Western Union a nombre del director adjunto de la Lotería Escosa, Ray Galloway.
Además he sido seleccionado e invitado a asistir a una entrevista de trabajo en una importante empresa multinacional puntera en su sector. El puesto es de comercial, y aunque solo poseo una licenciatura en Ciencias Económicas, creen que soy el candidato perfecto. Tras un cursillo no remunerado de dos días empezaré a trabajar con ellos. Calculan que el primer mes cobraré entre 3.000 y 5.000 euros, pero que podré ganar más dinero dirigiendo mi propio equipo de venta. Dada la importancia de la oferta, no pueden desvelarme más detalles hasta la entrevista personal. Su discreción es tal que me dan un número de móvil y una dirección de Gmail para comunicarme con ellos hasta el día del meeting. Estoy impaciente.
Creo que este mes va a suponer un gran cambio en mi vida. Con un trabajo muy bien remunerado, Anna a mi lado y moviendo bien las inversiones de mi nuevo capital, las cosas no me van a ir nada mal. Además parece que no soy el único, el newsletter del diario Público me avisa diariamente de la buena gestión -pese a la crisis- del PSOE en el gobierno, y que en dos años la habremos superado por completo gracias a las medidas adoptadas en los últimos meses en lo laboral y financiero. Me alegro enormemente.