miércoles, 29 de junio de 2011

Otra rama más del árbol

Cuando apoyo mi espalda contra un árbol
hay un conflicto difícil de eludir:
las muescas de mi espalda ceden
ante las formas del tronco
mientras
la corteza y la columna negocian
una frontera plausible.

De estas ramas colgaron al violador
al cristiano
al moro
al judío
al afrancesado
al rojo
al facha
al cerdo que chilla la muerte
olor a sangre metálica y estiercol
chilla la muerte y aun se oyen
a los cerdos gritar de dolor.

Cuando apoyo mi espalda contra un árbol
no es "contra"
sino "con"
y el campo y el bosque me aceptan
y la tierra cubre mis píes
y parte de las piernas.
Las hormigas abren nuevas rutas
entre mis tobillos, muñecas y cuello
y noto como ascienden y muerden
como acarician y atacan
como si yo fuese
ya
otra rama más del árbol.

Anochece
y todas las sangres
fluyen por el cielo gris y rojo
y todas las ramas verdes
parecen sus propias sombras
un marco ultraísta:
la entrada de una cueva
desde el interior
apagado.

Ya no hay utopías grises
que soporten el peso
de sueños betsellers.
La humanidad mira
a esa rama
y lo prorroga indefinidamente
esperando a que la cosa mejore.

Sin duda lo hará,
cuanto antes mejor.

Después de la matanza
el agujero negro
ha succionado todo:
pulmones
entrañas
y esa mirada hundida
del que sabe
que nunca más sabrá.

Cuando apoyo mi espalda contra un árbol
el corazón golpea los tímpanos
sabe a sangre y a metal
roído
por las mandíbulas de las hormigas.

Cierro los ojos y espero.
Espero.
Ojalá me cuelguen pronto.