domingo, 11 de septiembre de 2011

No a la paz

No soporto la paz de los domingos
el día tonto suspendido
en una espera inquietante
ridícula
e
inmovilista.

No aguanto el momento antes de la tormenta
cuando los pájaros dejan de piar
y parece que todo está detenido:
soy como un perro correoso
que se quema buscándose la cola
sin alcanzarla jamás.

No entiendo los tiempos de paz
donde se amansa la protesta
donde se recortan los gritos
y se ahogan
en aras
de un bien poco común.

No me fío del sueño del tigre,
del reflejo limpio de los cuchillos
domesticados en la cocina:
como si no tuviesen hambre
ni sed,
como si no estuviesen hechos
para abrirse las tripas,
como si todo estuviese muerto ya,
como si no hubiese
nada por lo que herirse
o algo
o alguien
por lo que matar.