Camaradas, compañeros y compañeras, trabajadores y trabajadoras, secretarios y secretarias sindicales, representantes y... representantes gremiales, embajadores y embajadoras de las naciones amigas y resto de autoridades y asistentes.
Hoy es un día muy especial para nuestro pueblo. Un día emotivo para todos nosotros. Especial, emotivo, pero sobre todo de gran trascendencia histórica para la humanidad. El 26 de Marzo simboliza el fin de un mundo viejo, cobarde y avaro. Un mundo de injusticias, desigualdad y pobreza generalizada. Pero el 26 de Marzo significa, por encima de todo, la fecha del comienzo del nuevo mundo, el día de la Gran Victoria, el día que cambiaría por completo la forma en la que los humanos nos organizamos, en la que los humanos convivimos, en la nos ayudamos -gritos de "¡solidaridad, solidaridad, solidaridad!"-. El 26 de Marzo es, sin lugar a dudas, el año cero de nuestra Gran Civilización. Hoy tengo el orgullo, el placer y porqué no decirlo; el deber -risas en las gradas- de recordar los hechos del 26 de Marzo no sólo para rendir homenaje a todos aquellos que lucharon por lo que hoy somos, por lo que hoy tenemos, sino sobre todo para reivindicar el papel fundamental que tuvo nuestra organización en la Gran Revolución, desde sus comienzos durante el régimen anarcojuancarlista hasta hoy en día, sin olvidar su papel fundamental durante la fecha que hoy recordamos, al contrario.
-Los asistentes, de pie sobre sus asientos, corean al unisono "¡SEPLA, SEPLA, SEPLA!".
El Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas -¡Viva!- fue, sin duda alguna, el movimiento político-social de vanguardia durante la última restauración borbónica. Ningún otra organización, ningún otro sindicato, fue capaz de combatir y hacer frente a los distintos gobiernos con tanta entrega y valor como lo hizo el SEPLA -¡Viva!-. En una época triste y confusa bajo el eterno gobierno de los rojiazules, con una oposición verdimagenta servil y cobarde vendida al poder, con unos sindicatos al servicio del monarca demoabsolutista y una ciudadanía mayoritariamente progrefascista, el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas -¡Viva!- representó la inquebrantable y genuina expresión de resistencia contra un régimen político y un sistema económico hoy afortunadamente fenecidos.
Durante aquellos años el régimen fue vendiendo y privatizando todas las empresas públicas propiedad del Estado, incentivó la deslocalización de todos los sectores productivos hasta eliminar todo el tejido industrial de nuestra tierra. Instauró el salvaje mercado al mismo tiempo que se aseguraba, con una legislación opaca, el control sobre la oferta y la demanda así como todo el poder legislativo-administrativo referente al propio mercado. Las consecuencias, como todos sabéis, fueron desastrosas: el país subsistía gracias al turismo sexual y a la industria psiconaútica, donde los trabajadores -¡y trabajadoras! apuntan desde el gallinero- eran sometidos a condiciones infrahumanas, sin contratos laborales, con unos sueldos de hambre y sin capacidad para comprar, en la mayoría de los casos, un simple módulo habitacional. Las fichas de casino, la moneda local tras el descalabro del Euro, estaban muy devaluadas y el encarecimiento de los productos de primera necesidad fue tan atroz que las familias se jugaban las fichas al doble o nada. ¡Y siempre era nada!
En ese contexto el SEPLA -¡Viva!- intentó promover diversas huelgas generales con el fin de frenar las privatizaciones y derrocar al régimen. Sin embargo siempre se encontraba con la negativa tanto de las cúpulas sindicales mayoritarias como de una gran parte de la población trabajadora -¡y trabajador!- que envidiaba las condiciones laborales de nuestros pilotos. Unas condiciones laborales que nadie les regaló, al contrario: se enfrentaban literalmente a todo el mundo para preservar sus derechos ante cualquier intento de reforma laboral. El SEPLA -¡Viva!- era una sola voz, un solo cuerpo compuesto por miles de trabajadores fieles y comprometidos con la causa. A diferencia del resto de centrales sindicales, cuando el SEPLA -¡Viva!- convocaba una huelga la totalidad de los trabajadores la secundaban. La claridad de sus objetivos, la contundencia de sus reclamaciones y sobre todo su inquebrantable unidad de acción hicieron del SEPLA -¡Viva!- el elemento más poderoso al servicio de la Revolución. En una época de postmodernismo sindical, de confusión y hastío generalizado, el SEPLA -¡Viva!- fue la antorcha en la oscuridad que iluminaría el camino de salida de la cueva del pasado.
-¡SEPLA, SEPLA, SEPLA...!- durante más de diez minutos.
No quisiera extenderme mucho más, no quisiera aburriros más -¡Viva!- con una historia que ya conocéis todos y todas. Pero tampoco quisiera que se olvidase la principal aportación del SEPLA -¡Viva!- a la humanidad. Nuestros bisnietos y bisnietas, nuestros nietos y nietas, nuestros hijos e hijas e incluso nosotros mismos -¡Y mismas!- debemos recordar que existimos gracias a ellos. Que sin su dedicación, que sin su esfuerzo y su constancia, sin su aporte genético nosotros no podríamos haber nacido. Los pilotos del SEPLA -¡Viva!- copularon y copularon hasta la extenuación allá donde viajaran, salvando a la humanidad de la extinción que amenazaba a la humanidad a causa de la impotencia general del resto de los hombres de la tierra. Sólo los pilotos, sólo el SEPLA -¡Viva!- pudieron construir sobre las ruinas del viejo mundo un mundo nuevo de esperanza y elegancia, un mundo libre y encantador que se sitúa en la cúspide de la historia, en los más alto del progreso humano, en la época de mayor esplendor que haya conocido la humanidad.
Hoy como ayer ¡Viva el SEPLA!
-¡Viva, viva, viva...!