Los chavales no pierden el tiempo,
queman los días y las suelas de sus zapatillas
colgados del gatillo
por si acaso,
comen cristales y mastican despacio
que la sangre es barata
pero aun vale algo.
Los chavales no tienen miedo,
caminan deprisa porque todo les quema
y pierden todas las partidas
sin saber nada del juego
porque de todas formas
nunca son bien recibidos.
Los chavales no tienen aspiraciones
ni las necesitan,
viven la ruina ensayando la huida
como si todo ese vacío,
todo ese caos,
no sirviese
para nada.