La primera vez en mi vida que me conecté a internet fue desde un caserío de Getaria acompañado por tres amigos de la familia que eran como mis primos. La primera página que visité fue Gore Gallery, la recuerdo muy bien, nos la enseñó el mayor de todos. Las primeras imágenes que vi fueron fotografías de cuerpos mutilados, fichas de asesinados y suicidios, cadáveres desmembrados. Me acuerdo especialmente de la imagen de un cuerpo empotrado contra el techo de un coche aparcado en doble fila, un coche azul de líneas rectas, lo recuerdo muy bien.
Después de aquel verano, al volver a Madrid, empecé a frecuentar un locutorio de los bajos de AZCA que siempre estaba vacío y donde tenía bastante privacidad. Me dedicaba a buscar lo que supongo que buscaban todos los chavales de mi edad, principalmente imágenes gore y porno. Con el tiempo me hice una dirección de email y me apunté a varias listas de correo de filosofía, surf, animales, música, etc. En una de aquellas listas, no recuerdo bien cual ni por qué motivo -aunque me lo puedo imaginar-, uno de los usuarios me envió un email con un archivo adjunto con The Anarchist Cookbook y una especie de aviso sobre que no me fiase, que conocía a un tipo que conocía a otro que conocía a alguien que le había dicho que le habían contado que el amigo del primo del vecino de no sé quien había perdido todos los dedos de una mano probando una de esas "recetas". Guardé el archivo y me lo llevé a casa, lo estuve leyendo durante días de fantasías terroristas y lo olvidé.
Hace unos días el autor del libro, William Powell, publicaba en The Guardian "I wrote the Anarchist Cookbook in 1969. Now I see its premise as flawed". Me enteré gracias a un amigo que me envió un email con una traducción "bastante libre":
William Powell trabaja actualmente como profesor bajo la autoridad de la Iglesia Anglicana. Es lógico que escriba este artículo exigiendo que se retire The Anarchist Cookbook del mercado, aunque su petición llega bastante tarde y en un momento en el que circulan tropecientas versiones en internet. Todos conocemos a algún tipo que conocía a otro que conocía a alguien que le había dicho que le habían contado que el amigo del primo del vecino de no sé quien había perdido todos los dedos de una mano probando una de esas "recetas". En el año 2007 dos adolescentes británicos fueron acusados de terrorismo por estar en posesión del libro y querer poner bombas a miembros del British National Party, en el 2010 un padre y un hijo de una organización neonazi fueron declarados culpables por conspirar contra el gobierno con armas químicas creadas según las indicaciones del libro y este mismo año la policía descubrió que el tirador de la escuela de Colorado se había inspirado en The Anarchist Cookbook.
The Anarchist Cookbook no sólo es un manual para la creación de artefactos explosivos, también contiene indicaciones para desangrar y matar animales domésticos y otras barbaridades del estilo. En el 2004 el colectivo CrimethInc editó "Recipes for Disaster: An Anarchist Cookbook", un manual con "información y estrategias para la acción directa para activistas y disidentes, para la formación de grupos de afinidad, organización de manifestaciones, bloques negros, sabotaje y temas más personales como la salud mental y el apoyo a los supervivientes de la violencia doméstica". La obra de CrimethInc quiso de este modo criticar el daño que The Anarchist Cookbook hizo a varias generaciones de "activistas" y a la imagen del anarquismo en particular, asociándolo con métodos y prácticas "poco confiables" y bastante crueles.
Como curiosidad, la revista Vice ensayó hace unos años algunas de las "recetas" de The Anarchist Cookbook, podéis leerlo en Beyong the pages of the anarchist cookbook.
Yo escribí "The Anarchist Cookbook". Ahora veo que estaba equivocado.
Hace cuarenta y cuatro años, en diciembre de 1969, dejé mi trabajo como gerente de una librería en la ciudad de Nueva York Greenwich Village y comencé a escribir el manual del anarquista. Mi motivación en aquel momento era simple: que estaba siendo perseguido activamente por los militares de EE.UU., cuyo único propósito parecía ser enviarme a luchar, y posiblemente morir, en Vietnam.
Yo quería publicar algo para expresar mi cabreo. Parece que lo conseguí de una manera que superó con creces lo que me esperaba en el momento. El libro de cocina se encuentra todavía en impresión 40 años después de su publicación, y me han dicho que ha vendido más de 2 millones de copias.
Nunca he ejercido los derechos de autor, así que la decisión de continuar con su publicación y distribución ha estado siempre en manos de la editorial.
Ahora me encuentro discutiendo para que la retiren silenciosa y rápidamente del mercado. ¿Qué ha cambiado?
Por desgracia la fuente de mi cabreo a finales de los 60 y principios de los 70 - la violencia ejercida innecesariamente por el gobierno- sigue existiendo hoy en día. La debacle de la invasión de EE.UU. en Irak es una prueba. Todavía estoy cabreado. Así que mi cambio de actitud ha tenido que ver menos con los acontecimientos externos que con un cambio interno.
Con los años he llegado a comprender que la premisa principal del libro de cocina es profundamente errónea. La ira que motivó la escritura del libro de cocina me cegó en la idea ilógica de que la violencia puede ser usada para prevenir la violencia. Yo caí en el mismo patrón de pensamiento irracional que llevó a EE.UU. a participar militarmente en Vietnam y en Irak. Irónico.
Parafraseando a Aristóteles: es fácil estar cabreado. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el momento adecuado y en la medida correcta es difícil -es el sello distintivo de una persona civilizada . Hace dos años fui co-autor de un libro titulado "Convertirse en un Profesor Emocionalmente Inteligente". Aunque está escrito para los profesionales de la educación, el libro es una refutación implícita de la inmadurez emocional del libro de cocina. La premisa es que todo el aprendizaje tiene lugar en un contexto social, y que los profesores con una gran capacidad para crear lazos y relaciones de inteligencia emocional con los estudiantes son capaces de mejorar el aprendizaje. Sigo trabajando duro, en un sentido aristotélico, para ser más civilizado.
Durante los últimos 40 años he trabajado como profesor y director de escuelas en África y Asia, trabajado en algunos de los países más pobres y menos desarrolladas del mundo. Junto con mi esposa, he estado involucrado en escuelas de todo el mundo para que estas sean más inclusivas con los niños con problemas de aprendizaje. Hemos escrito libros sobre el tema y hablado regularmente en conferencias internacionales. En 2010 fundé, junto con otros colegas de las escuelas internacionales, "La Siguiente Frontera: Inclusión", una organización sin ánimo de lucro dedicada a ayudar a las escuelas a ser más inclusivas con los niños que aprenden de manera diferente -niños con retraso en el desarrollo, dislexia, TDAH y autismo.
Sospecho que estos niños me han enseñado mucho más de lo que yo les he enseñado.
Entonces, ¿cuál es la conexión entre las necesidades de estos niños con problemas de aprendizaje y mi deseo de que el libro de cocina esté fuera del mercado?
Por un lado, los niños con problemas de aprendizaje suelen ser condenados al ostracismo, a veces de manera informal por sus compañeros, a veces de manera más formal en las escuelas que les niegan la admisión, y en ocasiones por maestros que no comprenden sus necesidades académicas, sociales y emocionales. Ningún niño debería tener que ganarse el derecho a pertenecer a un colegio.
El libro de cocina ha sido encontrado en posesión de jóvenes alienados y perturbados que han lanzado ataques contra compañeros y profesores. Sospecho que los autores de estos ataques no se sentían que pertenecían a algo, y el libro de cocina puede que haya ayudado a esa sensación de aislamiento.
Las escuelas deben ser lugares seguros. Los estudiantes y los profesores tienen que sentirse seguros física y psicológicamente. El aprendizaje no funciona cuando el miedo invade la escuela. El aprendizaje también se inhibe en gran medida cuando los niños y los jóvenes no se sienten parte de algo.
No sé cuanta influencia pudo tener mi libro en el pensamiento de los autores de estos ataques, pero me imagino que nada positivo. La publicación y distribución del libro de cocina no sirve a ningún propósito que no sea mercamente comercial para la editorial. Se debe retirar rápidamente y en silencio.
William Powell trabaja actualmente como profesor bajo la autoridad de la Iglesia Anglicana. Es lógico que escriba este artículo exigiendo que se retire The Anarchist Cookbook del mercado, aunque su petición llega bastante tarde y en un momento en el que circulan tropecientas versiones en internet. Todos conocemos a algún tipo que conocía a otro que conocía a alguien que le había dicho que le habían contado que el amigo del primo del vecino de no sé quien había perdido todos los dedos de una mano probando una de esas "recetas". En el año 2007 dos adolescentes británicos fueron acusados de terrorismo por estar en posesión del libro y querer poner bombas a miembros del British National Party, en el 2010 un padre y un hijo de una organización neonazi fueron declarados culpables por conspirar contra el gobierno con armas químicas creadas según las indicaciones del libro y este mismo año la policía descubrió que el tirador de la escuela de Colorado se había inspirado en The Anarchist Cookbook.
The Anarchist Cookbook no sólo es un manual para la creación de artefactos explosivos, también contiene indicaciones para desangrar y matar animales domésticos y otras barbaridades del estilo. En el 2004 el colectivo CrimethInc editó "Recipes for Disaster: An Anarchist Cookbook", un manual con "información y estrategias para la acción directa para activistas y disidentes, para la formación de grupos de afinidad, organización de manifestaciones, bloques negros, sabotaje y temas más personales como la salud mental y el apoyo a los supervivientes de la violencia doméstica". La obra de CrimethInc quiso de este modo criticar el daño que The Anarchist Cookbook hizo a varias generaciones de "activistas" y a la imagen del anarquismo en particular, asociándolo con métodos y prácticas "poco confiables" y bastante crueles.
Como curiosidad, la revista Vice ensayó hace unos años algunas de las "recetas" de The Anarchist Cookbook, podéis leerlo en Beyong the pages of the anarchist cookbook.