Como un perro persiguiéndose la cola,
como Julius Van Daal escribiendo
Bello como una prisión en llamas,
desconcierto por una baldosa mal puesta
y cada paso suena como si pisase un puto charco,
el cálamo de una pluma de edredón de ganso clavándose en tu hueso occipital,
el sonido arrítmico de la taladradora de la obra abiertas las venas,
el chorro de la fuente de la acera la llave de paso rota,
como la generosidad de la tormenta llevándose a tus hijos muertos
balbuceando tu nombre en arameo y un cristal roto frente a tu casa,
soy yo, abre,
he venido a buscarte.
martes, 6 de mayo de 2014
CXC
hogar.
(Del b. lat. focāris, adj. der. de focus, fuego).
Sé lo que es una casa, he vivido en muchas:
dos en Piedralaves, dos en el Barrio del Pilar, una en Valdezarza y cuatro en Tetuán.
He dormido en camas pequeñas, de matrimonio, hinchables, sofás, esterillas, bancos, parques, playas, flotadores, jardines, suelos, escaleras, alfombrillas, felpudos
e incluso sobre un campo de fútbol de tierra a la salida de un after.Podría dormir en cualquier sitio
pero nunca volver,
no siempre:
o ya no me dejan, o cambiaron de dueño, o lo movieron de sitio,
o ya no existe, o ya no quiero, o no lo recuerdo,
o está prohibido, o no sé volver.
A veces me gustaría experimentar cómo sería eso de saber que siempre se puede volver,
una cama con mi forma,
mi sitio en la mesa,
un rincón preferido,
mi foto en la pared,
una boca que sólo sepa mi nombre
o el abrazo seguro
tras cagarla otra vez.
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