En mí germinan todas las malas ideas.
En mi carne consumida por el insomnio
hierven vapores fríos
que supuran los venenos
que habrían de acabar conmigo.
No quiero olvidar este dolor.
Ojalá encontrar el modo de revelar
el estremecimiento y la furia de los muertos
que hiciese crujir los dientes al ritmo fúnebre
del corazón de todos los vivos.
Tanto esfuerzo para no llegar a ser
ni medio normal.
No tengo ningún lugar al que volver,
nadie recordará el rayo
que no provoca un incendio
ni al tipo aquel tan majo
que nunca se metió en problemas.
Vivir es un testimonio sangrante,
un instante, apenas un murmullo.
Tal vez logren apagar algún fuego
pero jamás vencerán
mientras ardamos eternamente.