¿Cuantos folios arrugados
tirados a la papelera?
¡Cuantos lugares comunes!
Y después de robar a Mallarmé
la cadencia de ese verso,
y después de recorrer otros caminos,
y después de esconder, escritura tras lectura,
bajo la alfombra,
los planos de otra arquitectura.
¡Es escribir! Esa condena
que se impuso un día,
cuando se enganchó
al precipicio.
Esa mentira, el arte,
que justifica cualquier vida.
Solo arte, sucio
arte totalitario, intenso,
sin puntos
y aparte.