-¿Tienes 5 euros para quitarme el mono?
Es el primero que es directo conmigo. Normalmente me piden algún euro porque se les ha perdido el bonobus, o algunos céntimos porque tienen una entrevista de trabajo y se han dejado la cartera en casa, o algo así.
-Acabo de hacer la compra, llevaba lo justo para comprar el pan y esta cocacola, no tengo nada.
-Es que estoy con el mono y en el centro no me dan una mierda...
Tiene los dientes de barro enmohecido, entre ellos alguna hierba, como si hubiese mordido el suelo de algún solar abandonado, como si hubiese masticado tierra por culpa del mono. De hecho tiene dientes de mono hambriento con restos del día anterior.
-No tengo nada más, de verdad... ¿Eres del centro de ahí detrás?- señalo con el dedo de la mano con la que sujeto la correa de Fu en la dirección de un centro de desintoxicación que está a dos calles.
[Ahora me doy cuenta de que los domingos el centro está cerrado, precisamente, el día siguiente al jueves-viernes-sábado: mal. A la izquierda, un templo ocupado por varias familias gitanorumanas que se dedican a la chatarra]
El hombre ya no me mira a mí, pero no ha cambiado la mirada de damealgoporfavor escurriéndose por dentro, inclinado hacia delante, como suspendido por hilos apenas imperceptibles.
-Es un galgo... ¿verdad?
-Sí, es un buenazo... Es un poco miedoso.
-A estos los ahorcan y les hacen mogollón de putadas. Yo soy de un pueblo de Toledo y de pequeño veía muchos- mira al cielo que ya está despejado y parece que se le ilumina la cara.
-Es adoptado, seguramente era de algún cazador que debió abandonarlo porque no servía para cazar.
-Es lo que hacen los muy cabrones... Joder mira que ojos, ven aquí, mira guapo...
Extiende sus manos de muerto y Fu retrocede como casi siempre.
-Normal joder... si es que somos una puta mierda que no... no...
Y se va calle abajo farfullando, cabreado, hablando de galgos y no de monos.