No hay asfalto que no quiebre
ante el ascenso de la hierba más débil,
no hay cemento que no se rompa
con el empuje decidido de un árbol,
no hay presa ni muralla en el mundo
que resista el embate de un tsunami,
no hay edificio antisísmico en Tokio
que soporte erguido un terremoto de más de 9 grados.
Algún día moriremos,
está demostrado que va a pasar.
Pero
nada
impide
que mientras vivamos
podamos volver a la tierra:
quebrar el asfalto,
romper el cemento y a la vez
ser derrotados por un simple
modo condicional.