Al principio fue un juego:
llamábamos a la casa piso franco,
a la biblioteca almacén de armas,
salir a fumar hacer la ronda.
Luego nos convertimos en un comando:
el coche, infraestructura de transporte,
la limpieza semanal en zafarancho de combate.
Convertimos los actos sencillos
en categorías trascendentes
de resonancia militar.
Un día te marchaste a por provisiones
y nunca mas regresaste.
Hice acopio de armas y pertrechos
y desde entonces
no he dejado de disparar.