que todo aquello que hacemos
no interesa a nadie
que las neveras siguen enfriando mientras dormimos
y que sus luces iluminan
-aun cerradas-
la sangre podrida de la carne de ayer.
No tenemos ni idea
pero nos engañamos creyendo que debajo
del asfalto y la tierra
de las tuberías de mierda y los cables de fibra
o tal vez en el cielo
tras las nubes marrones y amarillas
hay una salida.
Miramos arriba y no vemos estrellas.
Miramos abajo y vamos descalzos.
Pero no pasa nada
ellos han creado un mundo tan libre
que pueden hablar a través de nuestra boca,
una ciudad a nuestra medida
donde escaparse es volver siempre
al mismo sitio
de antes.