Una de las pocas cosas claras que tengo en mi vida
-tal vez la única-
es que quiero tener un hijo.
Algunos dirán que es una excusa,
-tal vez la única-
para no tirarme de cabeza desde un séptimo piso
para no pegarme un tiro con la pistola que me regaló mi padre
para no desentrañarme con la espada de oficial de la marina de mi abuelo.
Es posible, pero los Algunos siempre me han dado igual.
Quiero tener un hijo sin madre
un hijo con el que mear en las esquinas,
como los perros,
un hijo inoportuno, maleducado, conflictivo,
tal vez un hijo Down
que quiera ser de mayor una peonza
un libro o un cuchillo,
lo que sea,
y que aúlle por las noches
que muerda por el día
que me diga "tú quién te has creído que eres"
y que no me lleve flores al cementerio
porque la única lección que habrá aprendido de su padre
será la de siempre esconder bien el cadáver.