miércoles, 24 de septiembre de 2014

En la azotea más alta de todas, sola,
apoyada sobre la barandilla, la cadera ladeada,
como a ti te gusta.
El sol de espaldas, sobre tus hombros,
y esa brisa que te recuerda a tiempos lejanos,
tiempos mejores.

Abajo, la gente.

Suena tu canción preferida,
esa que te da hasta vergüenza escucharla.
A veces duele, otras calma,
hoy te convence.

La gente es sólo un paisaje.
De cerca, la mayoría,
naturaleza muerta.

Apuras el vino o la cerveza, lo que más te apetezca.
Podrías coger impulso y saltar, como cuando hablas sin pensar,
volar unos segundos y estampar tu cabeza contra el suelo,
a ver qué pasa.
O tal vez coger un fusil de larga distancia,
recarga manual.
Seguro que más de una vez has soñado con el mecanismo del cerrojo,
apuntar y disparar,
recargar;
apuntar y disparar,
recargar.

Estaría bien,
pero ahora te incomoda la distancia,
los días lentos, las noches putas.
No sabes cómo decírmelo,
ya lo sé.
Yo también quiero ver arder la ciudad junto a ti.