El hombre estaba orgulloso porque unos gallegos querían filmar su casa para un programa de televisión que sería retransmitido en la Madre Patria. Una casa embuchada en un suburbio bonaerense y una tripa encorsetada en una camisa blanca con restos de metales podridos. O algo parecido.
-¿Y esa litera rota?
-Ayer mi hijo la rompió porque está loco y se droga todo el día. Este es el cuchillo que usa para robar, y esta es una botella de cocacola que contiene medicamentos. Cuando no tiene drogas se pone peor. Se pone muy loco.
En la pared ha escrito en rojo:
"No tenéis lo que necesito".
O algo así.
El hombre saca una bolsa de plástico blanca como quién sujeta la mochila de Doraemon de su hijo. Pero en vez de cuadernos y rotuladores, en vez de estuches de bolígrafos mordidos y de notitas entre compañeros, va sacando pipas artesanales de aluminio y va mostrando con gestos convincentes y automáticos como las suele usar su hijo.
Sabe mucho el hombre. Dice que habitualmente su hijo:
- Sale de casa a las 11 para beber y tomar medicamentos y pegamentos
- Vuelve jodiendo a eso de las 3 y media y se acuesta una hora
- Se vuelve a levantar y se va a la calle a fumar pasta base
También enseña otra botella de plástico de 2 litros donde su hijo disuelve más medicamentos. Luego hace una pequeña demostración práctica de como se coloca su hijo en los momentos de apuro: coge un spray matamosquitos y se lo rocía en la manga izquierda de su camisa blanca pero sucia, y con un gesto convincente hace el ademán de llevársela a la nariz y esnifarla. Continúa con la exposición de cachibaches de su hijo, que está muy loco y se droga mucho, repite.
-Siento mucha vergüenza porque vienen a mi casa diciéndome que mi hijo les ha robado.
Y parece que llora, pero juraría que no lo hace.
La reportera gallega de voz insoportable señala la puerta de su casa.
-Sí, son disparos de los que venden droga a mi hijo. Les debe mucho dinero (supongo que dijo plata) y todos quieren matarlo, todos. Todos los días vienen a matarlo. Disparan a la puerta, para matarlo.
La reportera gallega [de voz insoportable] hace una pausa de esas que tanto gustan, una pausa televisiva, cinematográfica, de contención y aliento que precede a una gran reflexión tras una pregunta tópica:
-¿Y como aguanta todo esto, caballero?
-Pues mire, señorita, tengo este palo largo, grueso, tallado y afilado para cuando vuelvan a atacarnos.