Yo no tengo antepasados
sólo hilos de sangre atravesados,
pentagramas invertidos marcados a hierro,
carne muerta, letra escarlata, obra negra.
Las niñas silban la marcha fúnebre de la Reina María
mientras juegan con las vísceras
que aun palpitan.
Yo soy el primer hombre,
la única Historia,
sangre nueva, fecunda y tóxica,
una noche cerrada en un campo de grillos,
un fuego lejano,
el intervalo.
No quiero ser el genocidio de nadie,
aunque a veces sea ineludible,
sino el aullido que rompa la paz de los muertos
o el silencio,
la rama que quiebra calcinada
y cae sobre la tierra ajada.
El fin del mundo llegará
cuando devuelva a la tierra
mi aliento
mi carne y mis huesos,
dos cuervos sobre el pecho.
Mi ofrenda para las hienas.