Pasan los días como si no pasase nada,
un pozo en la verticalidad del momento
oscuro, estrecho, distante instante
que ya dura demasiado.
Lentamente tus pupilas se dilatan
-ojos de conejo solitario sorprendido
de noche en medio de la carretera-
los músculos se contraen
y las palabras se ajan.
No puedes trepar,
hace tiempo que guardas con mimo
tus uñas podridas, dedos rotos,
collar de tus propios huesitos.
Nadie te busca ni te encontrará jamás.
Y aunque lo hiciese
hallaría una bestia
que no querría rescatar.
Nada te salvará,
ningún fenómeno meteorológico
conspirará a tu favor
para que salgas a flote.
Tampoco morirás rápido.
La eterna desventura,
escapar cavando
para enterrarse vivo.