domingo, 26 de diciembre de 2010

#nósos

De mis lecturas marxianas recuerdo,
entre delirios,
la ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos.

La calidad se manifiesta -leía- en cualidades,
en la suma de varias propiedades distintas
que determinan,
en el todo,
la idea del conjunto del objeto.

-Ley universal del desarrollo del mundo material-

Bajo ese principio
el cambio cuantitativo
(dentro de ciertos límites*)
no comporta cambios cualitativos.

¿Pero acaso no son los límites y sus perturbaciones
la algarada de nuestra pequeña historia individual?

Es la enfermedad la anécdota que todo lo tuerce
y nosotros, con ella,
nos descubrimos.

Cuando se quebrantan los límites,
los cambios cuantitativos,
desbocados y fuera de sí
-de su significado-
originan transformaciones radicales,
cualitativas.

La flaqueza instantanea
de las piernas
après la petite mort, 
pero durante dos días.

El colpaso eventual de la faringe
tras la sal
el tequila
y el limón,
pero constante.

La flaqueza del pensar
después de morir de noche,
pero sin olor a sudor
ni a tabaco
ni a pachuli.

Enfermar es, por lo tanto,
una intensidad de tal magnitud
que el cuerpo se abandona
superado por una de sus partes
y,
derrotado por la confusión,
claudica enigmáticamente.