lunes, 28 de julio de 2014

INTRO

¿Queréis saber lo que pienso de todo esto? Os lo resumo para que quede claro: me parece una gilipollez. Una pérdida de tiempo. Lo que haya hecho Vera con su vida es cosa suya. Yo no tengo nada que ver, ¿entendéis? Dos o más personas follan, la mujer se queda embarazada, pare y a partir de ahí la vida, sin más, te va llevando por distintos caminos. Decisiones y eso, ya sabéis, el libre albedrío y toda esa mierda. Nadie elige en qué familia nacer, lo sé, pero ninguna madre elige a sus hijos tampoco. Lo que sucede después es cosa suya. Estoy hasta el coño del tema de la Culpa, del psicoanálisis y todas esas tonterías. Cada una hace con su vida lo que puede, tampoco es que tengamos mucho espacio. Dicen que al nacer tenemos frente a nosotras un mundo de posibilidades, vaya chorrada. Todas dependemos de las circunstancias, de la mierda de los demás, de las leyes, de la situación del país, de todo eso. El coño del que sales no es culpable de tu mierda de vida. Hay que asumirlo, no queda otra.

Recuerdo aquella noticia sobre una chica de 22 años que dio a luz a 10.000 metros de altura, en un vuelo de la compañía Turkmenistán Airlines. Esas cotillas tanoréxicas del personal de vuelo descubrieron al bebé en el inodoro. Chivatas. Al llegar a tierra la madre fue detenida y el cuerpo del bebé sacado en porciones con un cortador. Para que luego hablen de sorodidad. El artículo hablaba de filicidio, del síndrome de Medea y todo eso. Qué sabrán. La gente quiere saber las causas de las cosas, clasificar el horror, entender la crueldad para poder archivarla y poder dormir tranquila. Demasiada tontería. A veces se hacen cosas porque es lo que toca, sin más. ¿Conocéis eso de “un hombre hace lo que un hombre tiene que hacer”? Pues vale para todo el mundo. Sí, para nosotras también.

¿Que si quería a mi hija? Yo-qué-sé. No tenía tiempo para esas cosas, bastante tenía con lo mio, el alquiler, las facturas, la compra y todo eso. Lo que llaman supervivencia. Si fuese un animal no hubiese tenido que ocuparme de esas cosas, todo sería más sencillo... Y ni aun así. ¿Sabéis que muchos animales matan a sus propias crías? Lo vi en un documental. A veces lo hacen porque las crías son débiles, porque enferman o están heridas. Otras simplemente porque la madre no puede ocuparse de sus hijas, no tiene con qué alimentarlas o lo que sea, y decide quitarse el problema de encima. ZAS y adiós, así de fácil. Y nadie viene a preguntarles gilipolleces, los animales no quieren saber esas cosas. Ellos viven, matan, se alimentan, pelean. Viven, sin más. No hacen de cada tema una tragedia de la que se deba hablar constantemente.

No recuerdo mucho de aquel día, han pasado muchos años y no soy muy dada a remover la mierda, qué queréis que os diga. Abrí la puerta y ahí estaba ella, tirada en el sofá en bragas, medio dormida entre patatas fritas y porquerías de chocolate. Todo sucio, como siempre. Yo ya venía calentita de la calle, mira que le dije antes de salir que recogiese un poco, que sacase la basura y esas cosas. Pero NADA. Yo no soy esclava de nadie, ¿entendéis? Todo sucedió en un momento, sin pensarlo. No me estoy justificando, ojo. Cogí el cojín rosa con las dos manos y se lo puse en la cara. Apreté. Ella empezó a agitarse, como poseída. Me agarró de las muñecas. Creo que gritaba MAMÁ. Me clavaba las uñas, me hacía mucho daño, aun tengo las marcas. Yo seguía apretando, cada vez con más fuerza, más de la que normalmente tengo. Supongo que tiene que ver con el rollo ese de la energía extra que sacan las madres cuando su hija está en peligro, pero al revés. Seguí empujando, con todo el peso de mi cuerpo hasta que sus brazos cayeron. Dejó de moverse, llegó la paz. Solté el cojín y me fui a fumar a la ventana para no apestar de humo el salón. Luego supe que ella sólo estaba fingiendo, que no estaba desmayada. Hacedme caso, no os podéis fiar de ella, no. Vera no es de fiar.

miércoles, 16 de julio de 2014

CXCII

Nosotros, los condicionales,
los que un día dejamos el gas encendido y volvemos cada día con la broma del mechero
a ver si explota todo,
nos hemos acostumbrado.

Mientras ellos, los que voluntariamente sucumbieron al juego,
los que jamás entendieron el lenguaje monocorde de las neveras
y sin embargo comparten con nosotros los mismos humos,
nos muestran orgullosos lo que pudimos haber sido y obtenido
si no fuéramos, precisamente, como somos.

Simplemente nos fuimos a buscarnos y aun no hemos vuelto,
perdidos en ese uno mismo que es para nosotros el más lejano,
recolectores de alguna miel que aun no hemos probado
y asombrados todavía por el ritmo incierto al que estamos enganchados
como yonkis a una trampa que lleva años fuera del mercado.