sábado, 19 de mayo de 2012

Nosotros los perros hambrientos

La respuesta de los cosacos zapórogos al sultán Mehmed IV de Turquía, de Ilía Repin (1891)

Si ellos tienen prisa
nosotros más que tiempo,
si ellos tienen leyes
nosotros ni un momento,
si ellos tienen armas
nosotros tenemos dientes,
nunca hay carne suficiente para nosotros
los perros hambrientos;
si ellos tienen rejas
nosotros palos y piedras,
si ellos compran vidas
nosotros las desperdiciamos,
si ellos tienen voz
nosotros no callamos,
desde la primera herida no hemos parado de gritar,
no.

La diferencia es que nosotros nunca perdemos,
cuando no tienes nada
no hay nada que echar de menos.
Todo lo que tienen es humo envuelto en fuego,
una gran nube de polvo que nos asfixia
hasta desangrarnos los oídos.

Todo lo que tienen es humo,
todo lo que venden es humo
también,
todo lo que necesitamos son dos palos y una cuerda,
podemos crucificarlos o colgarlos
en las plazas
y cuando estén fríos e inertes,
cuando su piel sea azul y verde y sus lenguas hinchadas
revienten sus dientes entonces
quemaremos todas sus ropas y sus casas,
todos sus billetes y sus posesiones más valiosas,
para hacer una gran hoguera -o en cientos de ellas-,
para hacer un gran fuego con el que cocinar sus cuerpos
porque nunca hay carne suficiente para nosotros
los perros hambrientos.